‘Good Bye Lenin!’ Relato de la nostalgia

“Mi madre dormía mientras se celebraba un concierto delante del Ayuntamiento de Berlín Oriental; y durante el inicio de una colosal y exclusiva campaña de reciclaje. Se perdió mi primera excursión al Berlín Occidental, y los esfuerzos de compatriotas conscientes del deber, por protegernos a nosotros, obreros y campesinos. Por supuesto, también se perdió mis primeros descubrimientos culturales en un país nuevo. Su profundo estado de inconsciencia le impidió votar en las primeras elecciones democráticas. Dormía mientras Ariane abandonaba la carrera de económicas y tenía su primera experiencia con el dinero; el sueño también le ahorró la mudanza del nuevo novio de Ariane a casa, Rayner, un enemigo de clase y su grasiento encargado. Tampoco presenció la paulatina occidentalización de la caja de zapatos en la que vivíamos, ni de la reciente pasión de Rayner por la cultura oriental”.

Hoy os quiero hablar de una de mis películas históricas favoritas: Good Bye Lenin! Pocas veces una película aborda acontecimientos históricos desde el punto de vista de las consecuencias y no de los hechos, y no suele ser habitual que en este género se muestren los sentimientos de los personajes. A esto hay que sumar la acertada elección de los personajes y la estupenda banda sonora. Aunque la película está infravalorada (desde mi humilde opinión) y es poco conocida, merece la pena verla si tienes aunque sea un poco de interés por cómo era la Alemania comunista de la Guerra Fría.

Good Bye Lenin! cuenta, a través de su protagonista, Alexander Kerner, los pequeños logros que lleva a cabo para evitar que su madre descubra que su pequeño país ha desaparecido tal y como era antes tras la caída del Muro, y se ha convertido en un país globalizado y capitalista.

La película comienza con unas grabaciones de Alex y su familia cuando él era pequeño. En ellas se muestra el pasado de la RDA y algunos de sus acontecimientos más importantes para los ciudadanos del país. Alex ve en la televisión el despegue del cohete de la misión Soyuz 31, en el marco del programa Intercosmos de la Unión Soviética. El protagonista, mediante la voz en off, nos va poniendo en situación: “El 26 de agosto de 1978 nuestro país fue noticia: Sigmund Jähn, ciudadano de la RDA, era el primer alemán en el espacio. Aquel día todo empezó a ir mal en nuestra familia”. Alex oye desde el salón las preguntas de la policía alemana que preguntan a Christine Kerner, su madre, por el paradero e intenciones de su padre, que presuntamente había “perdido la cabeza por otra mujer enemiga del Estado, en el mundo capitalista”. En esa época muchos ciudadanos huían al otro lado del Muro desde ambos bandos, y era habitual que familias enteras se vieran separadas de forma trágica. Al cabo de un tiempo su madre cae en una profunda depresión que le hace perder el habla, e ingresa en el hospital dejando a sus hijos al cuidado de una vecina. Mientras tanto, Alex sigue atento los avances de la misión Soyuz 31, que está progresando con éxito.

Al cabo de unas semanas su madre vuelve a casa aparentemente calmada, pero algo ha cambiado en ella. Desde entonces se volvería una entregada al régimen socialista, volviéndose una mujer muy activa en el Partido y contribuyendo con pequeños actos: profesora de coro para cantar el himno nacional, redactora de cartas para defender a las mujeres cuando tenían algún problema con las prendas, se hizo activista del Progreso Social, etc. Su hijo decía que estaba “casada con nuestra patria socialista”. Tanto fue así que recibió un premio otorgado por el Partido. Este comportamiento de la madre será el detonante de las actuaciones que llevará a cabo Alex para mantener su mundo.

Después de este paréntesis el filme se sitúa en el 7 de octubre de 1989, año de la caída del Muro de Berlín y fecha del 40º aniversario de la RDA. Ya por entonces se avecinaba la decadencia del sistema y Alexander se muestra desencantado, a la vez que su madre le reprocha su comportamiento. Días más tarde acude a una manifestación por la prensa libre y la no-violencia, donde conoce a Lara, una estudiante rusa de intercambio, y donde su madre presencia la represión de la policía alemana y su detención. A causa de la impresión, su madre sufre un infarto y es hospitalizada en coma durante ocho meses.

Durante ese letargo tienen lugar los acontecimientos más importantes de esa época en el país: Erich Honecker, anti-nazista activo, secretario del comité central del Partido Socialista Unificado (SED), jefe del Estado en 1971, secretario de Defensa Nacional e ideólogo de la construcción del Muro de Berlín, fue destituido en 1989 debido al enfriamiento de relaciones con Gorbachov, que ya entonces planeaba la reforma del país.

Cae el muro de Berlín (9 de noviembre de 1989), se celebran las primeras elecciones democráticas y el capitalismo entra de lleno en la RDA, como se aprecia en la decisión de Arianne de abandonar la carrera de económicas para entrar a trabajar en Burguer King, que a día de hoy sigue siendo un símbolo del capitalismo. Los hermanos Kerner cambian los muebles de la casa, empiezan a consumir productos capitalistas, Alex pierde su empleo en la tienda de reparación de televisores y se ve obligado a ir por toda la antigua RDA vendiendo parabólicas Tvx. La Selección Alemana de Fútbol ganaba el mundial.

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Cuando su madre despierta, el médico les advierte de que no podrá sufrir ninguna alteración psicológica porque le podría llevar a la muerte. Alex sabe que la caída del Muro impactaría a su madre demasiado, y comienza la tarea de construir un teatro socialista en la habitación de su madre, de la que no le permitirá salir. Vuelven a instalar los antiguos muebles, cambian su indumentaria. Tienen que apagar la radio, y Christiane no puede ver la televisión. El marco alemán se extiende por todo el país y Alex tiene dificultades para encontrar algunos productos que comían antes. En nuestra opinión, es muy significativo el conjunto de sentimientos de euforia, melancolía y nostalgia que experimentan Alex y Lara en el piso abandonado. El piso pertenecía a una familia que se había mudado hacía un año a zona occidental. Habían dejado todo tal cual estaba: los muebles, el teléfono, la lámpara, la cocina, las lentejas Tempo, los pepinillos Spreewald que tanto busca para la madre, el café Mocca Fix. En ese momento podrían resucitar esa vida cotidiana de la RDA que había quedado en el olvido.

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Cuando Alex habla con los jubilados amigos de Christiane, se nos muestra muy bien la situación actual en la que se encontraban a causa de la reunificación, donde muchos de los ciudadanos de la Alemania oriental se sienten ‘ciudadanos de segunda clase’. Se muestran desencantados con un sistema en el que se sienten los marginados, los grandes olvidados de Alemania. Su misión será hacer creer a Christiane que nada ha cambiado en el día de su cumpleaños, pero les cuesta una odisea, ya que incluso han olvidado los antiguos nombres soviéticos.

Es a partir de este momento donde empiezan a aparecer simbolismos en la película. Mientras Alex habla, aparece una lona promocional de Coca Cola de dimensiones desproporcionadas que Christiane tiene tiempo de ver, por lo que Alex deberá inventarse que la fórmula de la Coca Cola es un invento soviético. Aquí resulta interesante comparar como la madre tiene dos perspectivas hacia el exterior: una hacia el mundo real a través de la ventana que da a la calle y por la que ve este anuncio de Coca-Cola, emblema del capitalismo, y otra, la ventana hacia ese mundo ficticio, inventado por su hijo a través del televisor. También es una representación de los sentimientos germano orientales la impotencia de los hermanos cuando acuden al banco a cambiar todo su dinero por marcos alemanes y no se lo aceptan, por lo que Alex, que no puede aguantarse más grita “¡capitalista de mierda!”. Este es el punto de inflexión del filme en el que se dejan adivinar los verdaderos sentimientos de Alex hacia la reunificación. “Me sentía como el capitán de un submarino de la flota del mar del norte, en cuya resistente piel de acero se había abierto un boquete. Apenas tapaba una brecha, se abría otra. Arianne renegaba de mí como hermano, el enemigo de clase izaba su bandera de Coca Cola, y el viento del Oeste se llevaba el viento del Este de mi madre”. Todo el dinero que había recaudado su madre, quien le había educado en el esfuerzo y el trabajo para la patria, ahora no valía nada para los cerdos capitalistas.

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Más tarde, cuando Rayner habla de Christiane alegando que siempre se estaba quejando (representación de los prejuicios germano occidentales), Alexander la defiende: “Mi madre no se queja. Solo son críticas constructivas que ayudan a mejorar las condiciones sociales. A los occidentales no os importa”. Los acontecimientos ya no se sostienen por sí solos. Los amigos jubilados de Christiane van a su casa diariamente para conversar con ella, como si así pudieran volver al antiguo país que tanto añoran. Como dice su vecina “es como si nada hubiera cambiado”. Este comportamiento de los jubilados es un intento desesperado de preservar su identidad nacional, que tiene su máxima expresión en la madre de Alex. Para colmo, Arianne reconoce a su padre en el trabajo. Aquí llama la atención la visión estereotipada que tiene Alex de los capitalistas, un “hombre obeso hinchándose a hamburguesas”.

Alex recrea un final de la RDA idealizado según le hubiera gustado vivirlo, con los ideales en los que había creído. Su madre entonces comprende que el amor de su hijo ha estado por encima de la verdad, y lo acepta sin sobresaltos.

Hoy, Alemania aún no se ha recuperado de esas viejas heridas, provocadas por la Segunda Guerra Mundial, el nazismo y después el comunismo, pero la separación entre el Este y el Oeste va siendo cada vez menor. Tras una historia tan complicada como la del siglo XX han sabido recuperar la estabilidad y la unión nacional. Películas como Good Bye Lenin! nos recuerdan que la historia que debemos recordar no solo es política y económica, sino que también tiene un componente humano muy importante. Good Bye Lenin! nos ayuda a comprender fenómenos como la identidad nacional, la nostalgia de antiguos sistemas, el sentimiento de desplazamiento de un pueblo y la capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. Todo ello nos enseña que los hechos siempre avanzan más rápido que las mentalidades, y que es nuestro cometido cambiarla para ser más felices.

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